La
singladura de la Revolución es ancha pero cercana
Se acerca el 60 aniversario del heroico
desembarco del Granma y hemos querido rendirle un modesto homenaje
con un suplemento especial. En realidad, el proceso revolucionario
cubano que comanda Fidel hunde sus raíces en una opresión secular y
universal, en primer lugar americana. ¿Acaso el Granma no lleva a
ese Che que declararía que “me
siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país de
Latinoamérica, como el que más y, en el momento en que fuera
necesario, estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación
de cualquiera de los países de Latinoamérica”? Será por
eso que para titular este editorial se nos vino a la cabeza el
maravilloso libro del peruano Ciro Alegría “El mundo es ancho y
ajeno”·. “Váyanse a otra parte, el mundo es ancho”,
decía el hacendado Álvaro Amenábar y Roldán a los comuneros
andinos, a quienes despojaba y condenaba a un mundo extraño –ajeno-
de explotación y humillación.
Sin duda, la brújula del Granma ya de
partida orientaba más liberación social e imperial que la
estrictamente cubana. Normal, casi, que errara el punto previsto en
un principio para el desembarco. Sesenta años después no pocos
puertos en el mundo necesitarían que la singladura de la revolución
les cogiera o se mantuviera suficientemente cerca. Tal es la
situación de barbarie creciente a que nos aboca un sistema
capitalista que hace aguas y no duda en ahogar lo que sea con tal de
salir a flote. Vemos cómo la agenda imperial lleva décadas
mortificando salvajemente a Oriente Medio. Y ahí tenemos la continua
agresión que sufre la Venezuela bolivariana. Con todo tipo de
medios. También la de estos. No hay que extrañarse, pues, de
esos rumores que llegan de que el Granma no está solo para visitas
de museo. Que aún sigue reclamando tripulación para una larga lista
de abordajes pendientes.
A 60 años del
desembarco del Granma, vencer pasa por aquel grito…
¡aquí no se rinde
nadie, carajo!
Es la madrugada del primero de
diciembre de 1956. En medio de una violenta tormenta el piloto del
yate Granma, Roberto Leonardo Roque, está encima de la cabina
preocupado por divisar los destellos del Faro de Cabo Cruz. Son cinco
días ya de durísima y clandestina travesía desde que partieran de
las aguas del río Tuxpan, que desemboca en el golfo de México,
hacia la isla de Cuba. Los 82 expedicionarios del bote, armados hasta
las cejas, están nerviosos porque llegaban con retraso. El día
anterior, 30 de noviembre, escucharon por radio el levantamiento,
liderado por Frank País, que se había producido en Santiago, con el
cual debía acoplarse el desembarco de los propios expedicionarios de
cara a dividir los esfuerzos del enemigo. El peso de los propios
tripulantes, el del armamento que llevan, problemas en el motor y las
condiciones climáticas han retrasado la marcha prevista.
Inmersos en esta lucha contra el tiempo
y los elementos, una enorme ola golpea el casco del Granma y Roque es
derribado en la oscuridad de la noche cayendo al mar. Están cerca de
la isla, por lo que se arriesgan a ser descubiertos si encienden los
focos del barco. Además, el nerviosismo por desconocer la suerte que
han corrido los compañeros que se han sublevado en Santiago, la
incertidumbre de no saber si estaban navegando en dirección correcta
y, en definitiva, la inexperiencia combatiente de todos ellos están
latentes. Es entonces cuando va a aparecer en toda su altura moral la
figura del líder de la expedición, Fidel Castro, quien ordena parar
la marcha del barco después de tanto esfuerzo y sacrificio
acumulados hasta entonces…
Efectivamente, han sido meses de duros
y arriesgados preparativos en el exilio mexicano para llegar a este
momento. Tras la derrota en el asalto al cuartel Moncada y pasar casi
dos años en prisión, Fidel, convertido ya en héroe de la lucha por
la Independencia Cubana para todo su pueblo, parte a México, donde
va agrupando a más revolucionarios cubanos exiliados. Desde allí
mantiene correspondencia con los compañeros que quedaron en la isla,
analizando la situación cubana e impartiendo la táctica a seguir
por parte del recién nacido Movimiento 26 J, cuyo primer documento
oficial, donde se analiza la situación del país y se llama a la
insurgencia popular, aparece el 8 de agosto de 1955. Además de
conocer al joven Ernesto Guevara, Fidel recorre ese año los Estados
Unidos en busca de nuclear a la numerosa emigración cubana de ese
país, lo que consigue con tremendo éxito, llegando a afirmar
premonitoriamente en Nueva York: «Puedo informarles con toda
responsabilidad que en el año 1956 seremos libres o seremos
mártires». Es esa síntesis de audacia en la comprensión y de
valentía en la acción la que mejor define a Fidel.
Y de moral revolucionaria… Por eso
paró el barco y, a pesar de que en un primer momento no encontraban
a Roque, ordenó que de allí no se movía nadie hasta que apareciera
el compañero. Una hora estuvieron escudriñando el mar con las
linternas, una hora en la que cada minuto que pasaba hundía un poco
más las esperanzas de encontrar a Roque con vida. Pero Fidel ordenó
seguir la búsqueda, hasta que finalmente una voz extenuada les guió
a su posición: la voz de un Roque que fue remontado al barco y
auxiliado, entre gritos de “¡Viva Cuba Libre!” y cánticos del
himno nacional cubano.
Ese momento fue clave, en palabras de
los propios tripulantes, para tomar conciencia de la unidad en la
lucha, de lo que el Che llamó “la solidaridad del combatiente”.
Una hora después divisaron luces, pero no estaban en el lugar
esperado según su carta náutica, lo que obligó a postergar el
desembarco un día más. Finalmente, el 2 de diciembre se produjo el
desembarco. El 5 del mismo mes llegó el bautismo de fuego en el que
la tropas batistianas, acribillando por aire y tierra a los recién
llegados guerrilleros, conminaron a los revolucionarios a rendirse.
Pero lo más importante que llegó ese día fue aquella respuesta desde detrás de algún cañaveral: “¡Aquí no se rinde nadie, carajo!”. Porque fue así como vencieron. Incluso antes de vencer. Y es que aquel grito ya era la victoria. También nosotros, si bien no tenemos aún a la vista un desembarco parecido, sí que tenemos que seguir el ejemplo de Almeida, de Roque, del Che, de Fidel para gritar(nos) que no nos rendiremos en nuestra travesía de lucha y solidaridad antiimperialistas.
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