En este artículo se hace referencia a dos escritos que se pueden encontrar en esta misma página, son La comprensión como ánimo y Y que los de abajo nos enteremos.
APUNTES PARA EL ANÁLISIS INTERNACIONAL
Una introducción necesaria
como primera entrega
Desde hace bastante tiempo vengo expresando en determinados ámbitos
militantes una preocupación por el análisis desenfocado de la
situación internacional que se está haciendo en sectores cercanos y
que, a mi entender, perjudica al propio trabajo que tenemos que
llevar a cabo. Concretamente, donde veo más problema es en todo lo
referente a Oriente Medio y al “mundo del Islam”, que no en balde
constituye la zona de mayor desestabilización y de guerras inducidas
por el imperialismo desde hace dos décadas; una desestabilización
que, después de años sembrando lejos tanto sufrimiento, ha
terminado por acarrear consecuencias en forma de ataques en las
propias metrópolis del “primer mundo”, conllevando el
fortalecimiento de las políticas antiterroristas a todos los
niveles, incluido el mediático, lo que nos obliga a un mayor
esfuerzo de clarificación en el campo occidental al aumentar
sobremanera la intoxicación y agresión precisamente mediáticas.
Por un lado está el excesivo recurso a la teoría de la conspiración que, al fin y al cabo, exacerba el poder imperialista (que todo lo puede) y que, además, no tiene en cuenta las propias contradicciones entre potencias incluso dentro del bloque de aliados occidentales. Y por otro lado se da la simplificación que se hace de las causas que animan a resistir a los mortificados pueblos de Oriente Medio y la injusticia que se comete con ellos al impedirnos estar a la altura de la solidaridad que necesitan, más allá de la opinión que podamos tener de las políticas y actuaciones que defiendan, así como de los manejos geoestratégicos reaccionarios en que ciertamente a menudo se ven inmersos. Todo esto fue ya tratado en esos trabajos referenciados anteriormente.
En los últimos años -con la persistencia de la desestabilización
imperial de toda aquella región y su corolario de nuevas guerras,
donde a la exacerbación de intereses regionales contrapuestos se le
suma las consecuencias de la devastación de Irak y la destrucción
de su Estado- he retrasado ahondar públicamente en el análisis
internacional porque “meterle mano al asunto” se había vuelto
mucho más delicado. Pongamos como ejemplo importante todo lo
referente a cómo realmente el llamado Estado Islámico llegó a
interrelacionarse con factores y elementos, tanto populares como
militares, estrechamente vinculados con las estructuras destrozadas y
humilladas provenientes de las administraciones estatales iraquíes
de la época de Sadam Hussein. Aunque de esto apenas se habla, lo
cierto es que esa interrelación ha ocurrido más allá de las
colusiones y permisividades, ya históricas ya presentes, que se
hayan estado dando entre aparatos de inteligencia occidentales y
grupos armados islamistas.
Efectivamente, todo se ha vuelto mucho más delicado tras años de
barbarie acumulada desde la primera Guerra imperialista del Golfo en
1991. Mucho más delicado porque había y hay que dificultar
malinterpretaciones que nos desvíen de un objetivo que es
absolutamente principal: considerar como víctimas del imperialismo
al gobierno de Siria, como ayer el de la Libia de Gadafi y antes de
ayer al de Irak de Saddam Hussein, y por los que hemos tenido que
apostar en las guerras que se han visto obligados a llevar sin que
cayéramos en ese ninismo que tanto daño ha venido haciendo
desde 2011.
Pero son tan disparatadas no pocas interpretaciones y afirmaciones
que se suceden en relación a todo el entramado de aquella región
–interpretaciones realizadas incluso desde una sana intencionalidad
antiimperialista- que se hace de obligado cumplimiento adelantar una
serie de tesis y datos que compensen en alguna medida tanto
despropósito de análisis como se está cometiendo. Y es que no
podemos avalar cualquier argumentario ni permitir que la nueva
solidaridad con aquella esquina agredida, por ejemplo en Siria,
comprometa nuestra anterior solidaridad con esta otra, por
ejemplo en Irak, por más que ambas puedan entrar en colisión por
factores regionales, ideológicos e históricos. Porque, veamos,
¿vamos a silenciar las masacres en Faluya o Ramada por tropas y
milicias bajo el actual gobierno de Bagdad, que nunca habría estado
ahí sin unas atroces invasiones estadounidenses que contaron con una
amplia complicidad o pasividad que incluso implicó a países a los
que ahora les ha tocado el turno de la barbarie? ¿Y ahora, cuando
se escriben estas líneas, no hay nada que decir sobre Mosul porque
de nuevo lo que en justicia tendríamos que decir no encaja con lo
que hemos venido diciendo últimamente?
Parece evidente que si desde hace casi dos décadas se hubiese
comprendido las intenciones y límites de la intervención
imperialista, principalmente de los EEUU, muchos no estarían metidos
en un verdadero atolladero argumentativo. Por ello, no estaría mal,
a la hora de adentrarnos en el análisis internacional, volver sobre
lo que se planteaba hace más de una década como punto de partida.
De haberse seguido la línea de análisis entonces defendida, no se
habría caído en flagrantes contradicciones argumentativas al tener
que ir expresándose nuevas solidaridades conforme la intervención
imperial iba avanzando en su agenda de agresiones. En suma, desde el
final de la Guerra Fría, los EEUU han actuado alimentando,
realimentando y generando muchas contradicciones y atrapando en ellas
a muchas víctimas. De sangre y de razón. Estaría bien no contarnos
entre las segundas a fin de contribuir como debiéramos a que la
barbarie inducida desde estados “tan civilizados” como los
nuestros no siga generando más de las primeras víctimas: las de esa
sangre tan impunemente vertida que tendríamos que sentir más
cercana. Como venimos diciendo en Red Roja, las tareas para frenar
tanta ignonimia nos incumben más de lo que parece. En este sentido,
es claro que a nuestro análisis le queda camino por recorrer para
estar con eficacia a la altura de nuestra obligación militante.
Termino esta introducción con unas palabras acerca del formato
elegido, lo más parecido a unos apuntes por entregas. De
entrada, este formato viene impuesto por la necesidad de respeto al
rigor y a la humildad que se exigen por escribir sobre un asunto tan
trágico y que coge tan lejos; por tanto, desde la convicción de que
hay muchas cuestiones y detalles que se nos escapan. Estamos, pues,
ante un vasto asunto que exige volver sobre él constantemente para
ampliar y precisar lo dicho, y que requiere, en definitiva, de un
trabajo verdaderamente colectivo. A veces, entonces, se tratará de
dar una serie de datos y noticias mínimamente comentadas para abrir
una línea concreta de investigación. No se está en el punto de
ofrecer ya un trabajo completo.
Pero, por otro lado, no cabía más estar a la espera sin decir nada
hasta tenerlo “todo cerrado, investigado y contrastado”. No
podía dilatarse más el dar a conocer una serie de datos y
conclusiones que, como mínimo, están mucho más contrastadas y son
mucho más fieles a la coherencia y al rigor que gran parte de las
afirmaciones que se están haciendo, a menudo de forma simplista y
forzada, entrando tan en contradicción unas con otras que finalmente
lo que se dibuja es un escenario, como se ha dicho, lleno de
disparates. En las entregas sucesivas habrá partes más elaboradas
que incluso podrían “desgajarse” como artículos
individualizados, y otras que tendrán mucho de esquema en espera
clara de ulteriores desarrollos.
Vicente
Sarasa
Cádiz,
25 de octubre de 2016
1
Traigo a colación dos que escribí
en 2006: Y que los de
abajo nos enteremos… (la importancia de poner el acento en las
contradicciones interimperialistas ) y La
comprensión como ánimo (especialmente su apartado 5). VSC.
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